Ese tedio mortal.

 


                       Cada mañana se levanta antes de que suene el despertador, toma un enorme batido healthy  que sabe - y desde luego se parece- a pis de gato con diarrea y que le recomendó su dietista. Luego sale con con Ares y Atenea, sus dóberman, a correr por un parque que, a esas horas de la madrugada, está ahí solo para ellos. Mientras corre se dice, como cada día, que le gustaría que existiera algún dios al que poder culpar de los errores de su vida y así poder hacer un pacto con el diablo para que cuando volviera a casa y se mirase en el espejo, cansado, sudoroso, apenas sin respiración por el esfuerzo realizado y con las tripas gruñéndole por ese batido healthy de mierda, dejase de ver en su cara el mismo tedio mortal de todos los días y que, además, le había salido una nueva arruga en su alma.

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