El bromista.

 


                        Tal vez se me fue la mano con la broma, pero coño, ¿cómo iba a saber yo que estos dos estaban como estaban? Además, son muchos años tratándonos y gastándonos bromas mutuamente y a los amigos, carajo. ¡Si es que nos llamaban los Pantomima Full de Guanarteme! Pero esta vez creo que me pasé de largo. En fin, una broma es una broma y el que no la aguante que se vaya del barrio, como decía el gran Gila. Además, es que la broma era redonda, de verdad que sí. Aunque el programa pirata de deepfake que compre en una web china no sea el que usan en Hollywood y si te fijas bien notas que algo no cuadra en la imagen, al principio da el pego, vaya si lo da. Pero la verdad, si llego a saber que ellos estaban tan mal no lo hubiera hecho. O sí, coño, que la broma era genial. A Alberto le flipa el porno y con ese programa cambié la cara de una actriz por la de su mujer. Si es que nos tendríamos que haber partido el culo a reír, pero cuando se empezó a poner rojo, rojo, rojo y de repente de un salto se marchó, pensé que me había pillado y que me estaría preparando una gorda. Pero el muy idiota llevaba tiempo celando de su mujer y en vez de partirnos el culo a reír va y le parte a ella la cara a hostias. ¡Vaya idiota! Y aquí estoy, citado como testigo en su juicio para que aporte la cinta porno como descargo. Dice su abogado que así podrá alegar enajenación mental transitoria, ¿pero y yo, yo qué? ¿Cómo le digo yo al juez que todo esto fue una broma? ¿Y cómo se lo digo a Mari Carmen, que todavía tiene huellas en la cara del palizón de Alberto? Creo que no, que diré que no sé de qué me habla y que llevaba días muy raro, como taciturno. ¡Coño, me llaman! Bueno, suerte, y al toro. Bien pensado, esta sí que fue una broma cojonuda.

(Todo mi apoyo a la mujer en este 8M y mi rechazo a cualquier tipo de violencia contra ellas.)

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