A veces me olvido de que la vida es como una extraña partida de dados: una vez lanzados ya no hay marcha atrás. O tal vez como una de póker, en la que si necesitas un rey te sale un tres, y cuando necesitas ese tres te aparece siempre una jota. No sé quién será el dueño de este casino pero presiento que en este juego de azar - o eso dicen de ella- que es la vida, como en esos otros de los casinos -reales o virtuales- que florecen como pútridas rafflesias, juegues a lo que juegues y juegues como juegues, la casa siempre gana.
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