El chofer del Uber me mira de vez en cuando por el retrovisor. Ya me ha llevado otras veces pero hoy será la última. Siempre me ha tratado bien. Tengo que dejarle una buena propina, coño, que esta gente está siempre ahí cuando la llamas. No puedo evitar sonreír. Ha sido fácil. Bueno, en realidad, como siempre. Es lo que me caracteriza y por lo que mi empresa me paga ese sueldo indecente que cobro cada mes y me mima con los caprichos que me apetecen. A cambio yo les hago ganar una cantidad inmoral de dinero con mis planes de acción. Lo planifico todo al milímetro y preveo cualquier contingencia, por absurda o improbable que pueda parecer. Y siempre gano. Mañana estaré en otra ciudad, en otro continente, en la otra punta del mundo. Igual que hace cuatro meses estaba en otro país en la otra punta de este continente. Es lo que tiene mi trabajo y es lo que tiene trabajar para la empresa número 1 de evaluación, adquisición y ventas de activos a nivel mundial. Que no espero a embarcar, para eso me mandan su propio Jet. Dos horas y media más y estaré durmiendo encima del océano. Mañana, pasado o cualquier día de la próxima semana alguien echará de menos a mi vecina de enfrente y llamará a su móvil, a su fijo, a la puerta, a la policía... siempre es igual. Luego abrirán la puerta y verán mi obra maestra: sangre y vísceras por todos lados y su cuerpo con sesenta pinchazos bien repartidos. ¡Pobre chica y pobre chaval el de Telepizza! Se va a comer el marrón, pero la vida es así. El mundo se divide entre depredadores y conejillos, y ellos eran simples conejillos. Entiéndanme, no soy un monstruo, solo me aburro. Y estos, digamos, ejercicios de inteligencia que juego contra la policía de los países en los que estoy justo el día que me voy, es lo que me mantiene en forma, Yo sabía que Ana, así se llamaba mi vecina, pedía pizza todos los jueves. Era como un ritual para ella. Y sabía que el chaval tendría que tocar en el video portero, que graba cuando entras en el edificio y que, luego, al salir, también te graba. Yo solo tenía que entretenerlo un poco, lo suficiente, vaya, para que entre la entrada y la salida le diera tiempo de hacer lo que yo haría después. Nada que cincuenta euros de propina por ayudarme a mover una mesa y cerrar una maleta no fuera a convencerlo. La policía lo primero que hará es revisar las cintas de grabación y cuándo él les diga que yo lo llamé, solo tendré que negarlo vehementemente horrorizado por la terrible muerte de Ana. Jamás encontrarán el arma del crimen. Un pincho de roble bien afilado es increíblemente eficaz para apuñalar, y sacar las vísceras es solo cuestión de práctica. Y anoche hizo mucho frío, tanto que la chimenea se traga cualquier pedazo de madera; incluso un pincho de roble manchado de sangre. Ya estamos en el aeropuerto. La verdad es que este chofer es muy amable. Le deslizo un billete de cincuenta euros como propina y solo le faltó hacerme una reverencia. Si el chico tiene suerte y su abogado no es muy atolondrado, saldrá por falta de pruebas: no hay arma del crimen, no tendrá pruebas biológicas, no hay móvil del crimen... Y nunca podrán enlazar la muerte de Ana con la de los demás conejillos de mi experimento: nunca uso el mismo método, unas veces son mujeres, otras hombres, distintas edades, razas, trabajos. A veces son vecinas mías y otras viven al otro lado de la ciudad. Además, jamás doy un paso sin calcular todas las posibles contingencias. Por eso soy el mejor de mi sector. Bueno, ya despego. Un whisky, algo para comer y a dormir, que hay que llegar descansado.
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