El descanso



               Al menos ya descansó la pobre. No sé cuántas veces me han dicho esas palabras esta noche. Supongo que tratan de decirme de una manera muy torpe, la verdad, que sienten que mi madre esté ahí, en ese ataúd, fría y pintada como nunca lo hizo en vida. Hoy las funerarias no solo amortajan al muerto, también lo maquillan para que parezca que en realidad está vivo y que, por algún excéntrico capricho, se está echando una siesta dentro de una caja de madera y raso vestido con su traje favorito. Lo siento, querida. Al menos ya descansó la pobre. Y otros dos besos de alguien de quien no recuerdo el nombre y solo, vagamente, la cara. Ya descansó. No, ella jamás descansó y no creo que ni muerta lo haga, pero no digo nada, solo asiento con la cabeza agachada. No, no piensen mal. No fue una mala madre. Pero desde que tengo memoria la recuerdo viviendo una tragedia tras otra, todas terribles, todas infinitas, todas inventadas. No, mi madre no era una mala madre, pero necesitaba sufrir para ser feliz. Su lema era: que la realidad no te estropee un buen drama. Mi pésame, Angelita. La pobre, parece que esté dormidita. Al menos ya descansó la pobre. Y otros dos besos. Miro el reloj con disimulo. Menos mal, solo queda un cuarto de hora para que el personal del tanatorio cierre la sala y la lleven al horno crematorio. Entonces, tal vez entonces, por fin descanse la pobre, Y yo también.


1 comentario:

  1. Jajajaja
    Jajajaja, jajajaja. Jajajaja. Genial así de divertido es el drama de la dama que con o sin vestido tú has inducido esta risa contagiosa que me recuerdan tantas cosas de noches "Tanatorias"

    ResponderEliminar

Relatos más populares