Usurpadora.

 


                    En algún momento me perdí. Dejé de ser yo para ser ese otro que ha usurpado mi vida. Sí, en algún momento. Fue hace años, cuando dejé de soñar y empecé a vivir cada día esa pesadilla recurrente que llaman realidad. Y la verdad es que, aunque seguí respirando, ese fue el día en que morí; cuando las decisiones las empezó a tomar esa sombra ladrona de vidas con la que vengo cargando tanto tiempo. Esa sombra extraña, usurpadora y okupa, que poco a poco, día a día, ha ido cambiándome del todo hasta que hoy, justo hoy, ya no fui capaz de reconocer, en esa imagen gris y desvaída que me devolvía el espejo, nada de aquel otro yo que un día fui. Por eso quiero que usted, señor juez, al leer esta carta que encontrarán junto a mis cosas, entienda mis razones y se las explique a quien me quiso, y que lo haga, se lo ruego, señoría, con más delicadeza y con menos emotividad de la que yo, hoy, sería capaz. Dígales que yo, que mi yo actual, debía desaparecer para que mi antiguo yo volviese a reencontrarse conmigo.

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