Se casó con Celia porque era la chica que le gustaba a su hermano y ellos competían por todo. La ética o el amor no contaban en esta ecuación, lo único que importaba era el resultado: ser él quien venciera en este reto. Cuando dijo "sí, quiero" ante el altar en vez de mirar a la novia lo hizo de reojo hacia el banco donde estaba su familia. Quería ver la cara de su hermano en ese momento. Ya de niños se peleaban por ser el preferido, el que todos elogiaban, Él siempre se sintió perdedor y se prometió que se lo haría pagar cada día de su vida. Se juró que a partir de ese día le quitaría, por las buenas o por las malas, todo lo que para su hermano fuera querido o importante. Por eso nunca se paró a pensar en que Celia tuviera sentimientos, voluntad propia o que su vida se rompería para que él tuviera una victoria, tal vez la definitiva, sobre su hermano. Él solo quería ver cómo sufría cuando le quitara la mujer que amaba. Sería el momento durante tantos años soñado, el de la dulce venganza, solo que, a pesar de todo, no le supo nada dulce. Tal vez porque ningún corazón lleno de amargura puede sentir dulzura alguna.
Magnífica puesta en escena del antagonismo del amor. Un estado de consciencia bajo mínimos. Gracias amigo por tus propuestas existenciales.
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