Código de Error: 789



                          Mi primera vez fue hace unos cuantos de años, padre, pero me acuerdo de todos y cada uno de los detalles. Lo primero que hice fue pedirle que se arrepintiera y que rezáramos juntos para que Dios perdonara su afrenta  pero se rio de mí en mi cara, padre, y lo que es peor, insinuó que yo también era un sodomita: mariquita frustrada me llamó. Lo golpeé. Lo hice una y otra vez hasta que le callé la irritante risita pero la simple visión de aquella abominación me ofendía y obedecí la palabra de Dios: "Si alguno se acuesta con varón como los que se acuestan con mujer es una abominación; ciertamente ha de morir." Lo dice el Levítico, padre, conozco la Biblia. Y eso hice: le abrí el vientre y saqué con mis manos sus tripas. Nunca pensé que fueran tan largas, ni que estuvieran tan calientes, Me asqueó un poco, pero sabía que estaba siguiendo la voluntad del Señor y eso me dio fuerzas para terminar. 

                  Luego, a lo largo de los años, siguieron algunos más. ¿Cuántos? Siete; no, ocho. Pero no crea que yo iba a buscarlos como el cazador que va en busca de su presa. Le juro que no era así. Era el maligno que me tentaba y hacía que se cruzaran en mi camino. Pero logré no caer en la abominación y, es más, intenté que se arrepintieran en vez de matarlos. Hasta creí que lo había conseguido con el último: nos arrodillamos, rezamos, lloró por su pecado. Se le notaba que el temor a Dios había entrado en su alma y lo dejé ir. Me equivoqué. Además de abominable en su pecar era mentiroso y no se arrepintió; solo fingía ante mí pero ha de saber que a Dios no puede engañarse y que pronto caerá sobre él su ira. Él detuvo mi misión al delatarme; él y la absurda ley de los hombres. Dígame, padre, ¿no debe ser la Ley de Dios la que prime sobre cualquier otra? Mi madre me lo repetía cada día mientras me disciplinaba. Y ahora resulta que soy yo quien va a ser castigado por los hombres por hacer cumplir la Ley divina. No, padre, no; no me arrepiento. ¿Cómo voy a arrepentirme de cumplir la voluntad de Dios? ¿Cómo me hace siquiera esa pregunta? Estoy orgulloso; como dice el Evangelio de Mateo: "Entonces os entregarán a la tribulación, os matarán, y seréis odiados en todas las Naciones por causa de mi nombre" No me importa, ¿sabe? No me importa que no me de su absolución. Dios está por encima de usted y sé que él me recatará del seol. ¿Me oye? ¡Él me rescatará del seol! Adelante,  corra, huya. Sí, huya como todos los otros, esos cobardes que predican su palabra y no cumple. ¡Ustedes, fariseos, son los sepulcros blanqueados llenos de podredumbre!

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